domingo, 22 de junio de 2014

Rué: EL TRABAJO COOPERATIVO POR GRUPOS

EL TRABAJO COOPERATIVO POR GRUPOS

RUÉ, JOAN (1989): El trabajo cooperativo por grupos, Cuadernos de Pedagogía, Nº 170 (mayo)
Los grupos se definen como de trabajo individualista, competitivo y cooperativo. A través de diversas observaciones realizadas en el aula, se analizan los grupos de trabajo cooperativo y los criterios para su organización. Esto supone un cambio en el papel del maestro o maestra, que ha de adoptar el papel de mediador. También se cambia la configuración del espacio-aula. Por último, se incluye una selección de libros comentados y artículos de revistas.
Citas: (J. Rué, 1989) <bibliografía, cooperativismo, EGB, interdisciplinariedad y globalización, trabajo en grupo>

Los procesos de enseñanza y aprendizaje en la escuela se realizan dentro de un contexto social, en grupo de iguales. En este contexto, las formas de organización institucional que se suelen dar con respecto a los alumnos suelen ser descritas de acuerdo con su rasgo más perceptible. Así, hablamos de enseñanza en gran grupo, en equipo o individualizada para describir aquellos procesos didácticos en los que se participa de forma colectiva y simultá-nea o bien en pequeños grupos o individualmente, siguiendo ritmos y procedimientos distintos. Sin embargo, recientemente, otras descripciones más precisas intentan poner de manifiesto la característica que mejor define las interacciones de enseñanza y aprendizaje entre alumnos en el seno de un grupo dado. Así, se define a los grupos como de trabajo individualista, competitivo y cooperativo, obviando las características exter-nas de la organización de los alumnos.
LOS GRUPOS DE TRABAJO COOPERATIVO
El rasgo distintivo para conocer si un pequeño grupo está realizando un trabajo cooperativo no es pues su tamaño, sino si los objetivos de los participantes se hallan vinculados de tal modo que cada cual sólo pueda alcanzar sus objetivos si y sólo si los demás consiguen los propios. Como señalan Mugny y Doise (1983), la cooperación interindividual «no debe arrancar de una consigna verbal, sino de las características específicas de la tarea que se vaya a realizar». En este sentido, la organización de la tarea es la de proporcionar el verdadero sentido a la forma de organización social y a las acciones de los diversos individuos en el seno del grupo. De todo lo dicho, podemos deducir que la forma como los enseñantes estructuran los objetivos de aprendi-zaje determina el modo en que van a interaccionar los alumnos entre sí y con el profesor y cómo esta forma de interacción va a afectar a los productos cognitivos y afectivos de la educación. Desde esta perspectiva y contrariamente a lo que comúnmente se cree, el verdadero reto del trabajo en grupo no estriba en las formas de control de la situación o en la ausencia de conflictos interpersonales, sino en hallar una forma de organización de las tareas y una configuración de los recursos que lleve a los alumnos a modificar sus puntos de vista, llegar a un compromiso o a establecer acuerdos. Diversas observaciones de clase centradas en las características del trabajo de los alumnos en pequeños grupos coinciden en los siguientes aspectos: — Los miembros del pequeño grupo no desarrollan su trabajo de forma cooperativa, sino que lo hacen individualmente. Tampoco desarrollan formas internas de organización de grupo en relación con el material, las ayudas, etc. — Es una fórmula muy dependiente de la capacidad de gestión de los distintos grupos por parte del maestro. Por otra parte, el papel del docente en la presentación de la secuencia de trabajo muy a menudo es semejante a la que se realiza en gran grupo.  
— Los criterios que se siguen para la configuración de los pequeños grupos oscilan entre la necesidad de acomodar las diferencias en aprendizaje y rendimiento y la de favorecer las relaciones afectivas entre los alumnos. Para sintetizar brevemente el trasfondo de lo dicho hasta aquí, podríamos decir que: — De acuerdo con Piaget, la cooperación es una fuente de transformación del pensamiento individual en un triple sentido: como desencadenante de la reflexión y consciencia de sí mismo, como fuente de objetividad al desdoblar lo subjetivo de lo objetivo y como fuente de regulaciones. — Para que el trabajo en situación de grupo permita la producción de nuevas coordinaciones cognoscitivas, no es suficiente el promover cualquier tipo de interacción, sino que hay que organizarla de acuerdo con ciertos requisitos. — Es importante prestar atención a los mecanismos sociales de regulación en el interior del pequeño grupo, dado que pueden ocasionar bloqueos en la comunicación y en la participación de todos y cada uno de los compo-nentes.
EL GRUPO DE TRABAJO COOPERATIVO. CRITERIOS PARA SU ORGANIZACIÓN
En un trabajo de reflexión sobre la metodología de trabajo en Talleres (véase Cuadernos de Pedagogía, feb. 87, nº 145, 1987) realizado conjuntamente con el equipo de maestros del centro experimental «Ribot i Serra» de Sabadell, llegamos a establecer una pauta didáctica que recoge los requisitos señalados anteriormente con el fin de que fuese el marco metodológico que orientase la acción de los distintos profesores en su labor docente. En ese proceso tuvimos que reconocer errores, vencer inercias didácticas, someter a discusión procedimientos muy con-solidados, transformar escepticismos en estusiasmo, discutir, observar, rectificar, etc. y los resultados se valoraron muy satisfactoriamente. El primer elemento a considerar era el de los objetivos del trabajo propuesto a los alumnos. Se tenía que reestructurar el trabajo y los materiales de modo que se pasara de un tipo de tarea que generaba autonomía y aislamiento dentro del pequeño grupo a una estructura de tareas que implicase interdependencia. Vimos que ello era posible en todos los ámbitos a los que aplicamos, aunque no fuese siempre fácil hacerlo. También era fundamental atender a la composición de los grupos. Dado que, según Perret-Clermont (1981) y otros, la progresión cognitiva nace de la confrontación de puntos de vista, aunque sea la opinión de alguien «que no sabe», es básico un nivel de heterogeneidad en el grupo. Por ello todos los grupos debían de ser mixtos en cuanto al sexo de los componentes y a niveles académicos. Por otra parte, el número de componentes era de tres o cuatro por grupo, precisamente para garantizar al máximo las posibilidades de intervención de cada miembro. Complementariamente al criterio anterior y respondiendo al mismo objetivo, en el momento de organizar cada pequeño grupo, el maestro o maestra planteaba la necesidad de organizarse internamente y, con carácter rotatorio, las tareas colectivas, tales como la recogida de material, su preparación, etc. Cada grupo terminó final-mente por tener una pequeña hoja-recordatorio con los nombres de cada cual y el turno de responsabilidad que le correspondía en cada sesión de taller. Ello supone que tanto las tareas más apreciadas como las que lo son menos eran asequibles según un criterio explicitado y al alcance de todos. En relación al tipo de trabajo propuesto se procuró que en cada sesión se realizara un producto concreto o hubiera unos resultados tangibles a partir de: — Ponerse de acuerdo todos en qué y cómo se va a hacer la tarea. — Decidir quién hará cada parte o secuencia. — Realizar, si es necesario, las pruebas o ensayos individuales para que la aportación al grupo sea la espera-da por parte de los otros. — Discutir las características de lo que hace cada cual, ver cómo complementa el trabajo de los demás y escoger de entre las pruebas realizadas la que se hará en común o cada una de las partes del todo colectivo. — Valorar los resultados en grupo. Finalmente se puso un énfasis especial en la necesidad de que cada uno de los componentes de los pequeños grupos conociera los materiales utilizados, las secuencias de trabajo que se habían seguido y que fueran capaces de explicarlas correctamente.
LAS FUNCIONES DOCENTES
Este enfoque metodológico del trabajo en grupo transformaba a su vez el papel del maestro o maestra ya que le proporcionaba competencias específicas en la nueva situación que se había creado. El maestro o maestra adop-taba el papel de mediador en el proceso de aprendizaje. Ayudaba a formular problemas, a definir las tareas a realizar en un proyecto común, proporcionaba los instrumentos y materiales más adecuados, etc. Además de cuidar de la composición de los grupos y de hacer el seguimiento ordinario de los mismos, se puso de relieve la necesidad de verificar que cada miembro de los grupos conociese los objetivos de lo que iban a hacer, precisamente para garantizarle su participación en las decisiones de grupo: tenía que asegurarse que efecti-vamente las funciones de organización en grupo eran rotatorias. Era capital que se estimulase el intercambio de ideas y la justificación de las decisiones adoptadas en el seno del grupo, en las distintas secuencias de trabajo y en la valoración de los productos realizados. En este sentido, una función complementaria a lo anterior consistía en animar a buscar distintos procedi-mientos para realizar la tarea propuesta, con el objeto de superar ciertas fijaciones o la polarización de los miem-bros del grupo respecto a lo expresado por uno de los componentes en particular, así como aportar al grupo criterios de valoración de las tareas o productos realizados. Esta función podría resumirse en que los alumnos deben aprender, inducidos por el maestro, a saber argu-mentar todas las decisiones que van tomando en el transcurso de su tarea.
LA CONFIGURACIÓN DEL ESPACIO-AULA
Cualquier modelo de organización de los procesos de enseñanza y aprendizaje presenta isomorfismos con el modelo de organización del ámbito del espacio-aula. Lógicamente, el modelo que describimos tiene que situarse también en relación a la configuración del ambiente del gran grupo, para poder vehicular los objetivos anteriores y no entrar en contradicción con ellos. Por ello, el profesor ha de cuidar las normas reguladoras del trabajo del colectivo y de cada grupo pequeño, de forma congruente con lo expuesto más arriba. La organización y localización de los espacios y materiales han de disponerse según los mismos principios y en base a los criterios de accesibilidad y seguridad. Los alumnos han de conocer qué pueden utilizar y dónde guardar sus producciones. Hay que explicitar, si fuese necesario, que materiales o instrumentos serán necesarios en cada una de las fases del trabajo a realizar. Por otra parte, los alumnos deben saber que se espera de ellos en cada una de las sesiones, por lo que los objetivos propuestos deben acomodarse a las posibilidades reales de realización. Ello no obsta para que se prevean tareas complementarias a realizar por parte de aquellos que resuelvan antes sus activi-dades.
El objetivo central de la intervención, bien de forma directa en su asistencia al trabajo de los pequeños grupos, bien en su forma indirecta, en el diseño de la organización del gran grupo, consiste en generar un fuerte sentido de interdependencia positivo entre los alumnos y el máximo nivel de implicación personal de cada alumno en las tareas. Por ello, el maestro ha de poder garantizar también el éxito de los miembros más débiles del grupo en el seno del mismo.
ALGUNAS CONCLUSIONES
A modo de breve conclusión, me gustaría expresar algunas reflexiones que pueden ser útiles. En primer lugar, la dinámica de clase que se crea cuando se ha adoptado esta pauta didáctica está en sintonía con lo que diversos autores describen como fruto de sus trabajos, a saber, que el trabajo cooperativo supera en rendimiento a las modalidades de trabajo competitivo e individualizado. Se percibe una mejora general en el clima de clase y en las relaciones interpersonales en el seno del gran grupo. Sin embargo, a lo largo de este trabajo no siempre fue así. La razón estriba en que el trabajo cooperativo en pequeños grupos en tanto que procedimiento de enseñanza y aprendizaje, debe ser dominado por parte del profe-sor que lo aplica, y no basta con la voluntad de aplicarlo para que el resultado tenga el éxito esperado. Aprendimos,
pues, a tener paciencia y constancia. Se tenían que corregir errores, modificar ciertas pautas de trabajo y reelaborar ciertas normas. Debe de tenerse en cuenta que la innovación metodológica consiste en un proceso que requiere el soporte de un marco teórico consistente, pero hay que encontrar los mecanismos para hacerlo viable y situarlo en el contexto de los procesos de enseñanza y aprendizaje que se desarrollan en la escuela. Es importante asimismo someter a revisión ciertas concepciones o prácticas y a no pretender explotar esta metodología más allá de nuestras posibili-dades reales. Aunque también sea conocido, comprobamos una vez más que la innovación educativa se halla, finalmente, en manos del quehacer de cada profesional de la educación.
Bibliografía
LIBROS COMENTADOS
COUSINET, R. (1969): Un nuevo método de trabajo libre por grupos, Losada, B. Aires. Cousinet, uno de los pedagogos de la Escuela Nueva e inspirador del GFEN, concibió en 1920 la realización del trabajo escolar en base a una organización social del mismo. Esta obra es útil para conocer el pensamiento de este clásico de la pedagogía, sus criterios y su concepción del medio escolar, dentro del cual inscribe la organiza-ción de los grupos de trabajo.
FERRY, G. (1977): El trabajo en grupo; hacia la autogestión educativa, Fontanella, Barcelona. El autor presenta una experiencia de dos años, realizada en una escuela normal superior francesa en la primera mitad de los sesenta, en la que se explicitan los objetivos y los problemas derivados del hecho de introdu-cir en el marco de una enseñanza tradicional, una fórmula de trabajo en pequeños grupos en la perspectiva de una autogestión educativa.
GALTON, M., SIMON, M. y CROLL, R (1980): Inside the Primary Classrooms, Routiedge and Kegan Paul, Londres. Durante cinco años, estos autores emprendieron un ambicioso proyecto de investigación para tomar el pulso a una amplia muestra de la escuela británica. Una de sus muchas conclusiones, transferibles a nuestra situación, pone de manifiesto el modo habitual de plantearse el trabajo en grupo en las aulas británicas, los espejismos y los aciertos en dicha metodología.
PAUL-HARE, A. (1985): Creatividad y grupos pequeños/ Ed. Pirámide, Madrid. El autor, que adapta la teoría funcional al análisis de las interacciones sociales en grupos pequeños, describe los procesos que se dan en la estructura de los mismos y, en base a diversas experiencias, describe como aplica su análisis al desarrollo de modelos generadores de conductas creativas en los pequeños grupos.
PERRET-CERMONT, A.N. (1984): La construcción de la inteligencia en la interacción social, Aprendi-zaje- Visor, Madrid. La autora, psicóloga social, expone la tesis de que las coordinaciones cognitivas entre individuos forman la base de las coordinaciones cognitivas individuales. A través de la descripción de numerosas investigaciones pone de manifiesto que en algunos niveles del desarrollo cognitivo las producciones colectivas son mejores que las de los individuos. Sus conclusiones ponen en tela de juicio los fundamentos de las teorías individualistas de la inteli-gencia.
POUTGATCH-ZALCMAN, L. (1971): Los niños de Vilna, Nova Terra, Barcelona. Esta pequeña obra maestra expone el funcionamiento de un parvulario, el que crea y dirige la autora en la ciudad de Vilna, en la Polonia de antes de la II Guerra Mundial. La descripción, desde la perspectiva de la práctica,
de la organización social y del trabajo en el mismo es un anticipo empírico de lo que la psicología social y la pedagogía de los grupos desarrollarán más tarde.
ARTÍCULOS DE REVISTAS

ALLEN, V.L. y FELDMAN, R.S. (1973): «Learning through Tutoring: low-achieving Children as Tutors», en The Joumal of Experimental Education, 42-1, 1-5. BENLLOCH, M. (1986): «EI aprendizaje de la cooperación», en Cuadernos de pedagogía, 49, 37-39. COLE, M. (1984): «La zona de desarrollo próximo: donde cultura y conocimiento se generan mutuamente» en Infancia y Aprendizaje, 25, 3-17. COLL, C. (1984): «Estructura grupal, interacción entre alumnos y aprendizaje escolar» en Infancia y Apren-dizaje, 27-28, 119-138. FORMAN, E.A. y CAZDEN, C.C. (1984): «Perspectivas vygotskinanas en la educación: el valor cognitivo de la interacción entre iguales», en Infancia y Aprendizaje, 27-28, 139-157. PERRET-CLERMONT, A.N. (1981): «Perspectivas psicopsicológicas del aprendizaje en situación colecti-va», en Infancia y Aprendizaje. 29-42.

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