PSICOANALISIS DEL ENCUADRE PSICOANALITICO
Bleger, J (1979):
Psicoanálisis del encuadre psicoanalítico, en “Simbiosis y Ambigüedad” cap VI,
pp 237-249 Resumen parical por JCP
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El autor llama “situación
psicoanalítica a la totalidad de los fenómenos incluidos en la relación
terapéutica entre el analista y el paciente, abarcando un proceso - que es el
que estudiamos e interpretamos - y un encuadre o “no-proceso” que son las
constantes en cuyo marco se da el proceso.
La situación analítica puede ser estudiada
metodológicamente, siendo el encuadre las constantes del método o técnica, y el
proceso al conjunto de variables. Un proceso sólo puede ser investigado cuando
se mantienen las mismas constantes (encuadre). Dentro del encuadre incluimos el
rol del analista, el conjunto de factores espacio temporales, y parte de la
técnica, en la que se incluye el establecimiento y mantenimiento de horarios,
honorarios, interrupciones regladas, etc. El encuadre corresponde más a la
estrategias que a la técnica. Una parte del encuadre comprende el contrato
analítico, que es el convenio en que existen dos elementos formales de
intercambio recíproco: tiempo y dinero.
Existe
un mantenimiento idealmente normal
que, aunque no exista en la realidad, tiene gran valor teórico. A veces en
forma esporádica, otras permanente, ese encuadre se convierte en el mismo
proceso, de fondo Gestáltico en figura: son las “faltas” al encuadre, las
rupturas[1]. Sin embargo, cuando eso
ocurre, el analista tiende a restablecerlo. Cuando el encuadre no es problema
decimos que es el “ideal” o el fondo
en sentido gestáltico. El autor se propone estudiar el encuadre cuando no es un
problema, y lo hace para mostrar que es
un problema.
y Una relación
que se mantiene durante años con ciertas normas y actitudes, no es otra cosas
que la definición misma de institución.
El encuadre es una institución (I) dentro de cuyo marco suceden fenómenos que
llamamos comportamientos.
Las I son
parte de la
personalidad del K
núcleo de la
identidad
límites del
esquema corporal
|
Me
resulta evidente que cada I es una parte importante de la personalidad del
individuo. Tan importante que siempre la identidad, total o parcialmente, es
grupal o institucional, en el sentido de que siempre, por lo menos una parte de
la identidad se configura con la pertenencia a un grupo, una I, una ideología,
etc. Fenichel escribió “Las estructuras individuales creadas por las
instituciones ayudan a conservar esas mismas instituciones”. Pero además de
esta interacción individuos-instituciones, las I funcionan siempre (en grado
variable) como los límites del esquema corporal y el núcleo fundamental de la
identidad.
El
encuadre que se mantiene como tal parece inexistente o no entra en cuenta, como
las I de las cuales sólo se toma conciencia cuando se obstruyen o faltan. El
significado del encuadre cuando se mantiene es como el problema de la
simbiosis, que es “muda” y sólo se manifiesta cuando se rompe o amenaza
romperse. Es lo que ocurrió con el esquema corporal, cuya existencia se mostró
por algunas patologías. Así como se habla del miembro fantasma, las I y el encuadre
se convierten en un mundo fantasma: el de la organización más primitiva e
indiferenciada. Lo que siempre está no se percibe sino cuando falta; podríamos
aplicar al encuadre lo que Wallon llamó “ultracosas”, es decir todo aquello que
en la experiencia aparece como vago, indeterminado, sin concepción o
conocimiento de ello.
Las
relaciones con los objetos organizan al yo
y al no-yo. Pero no sólo las relaciones estables con los objetos o
instituciones, sino las frustraciones y gratificaciones ulteriores con los
mismos. Bleger postula como una secuencia, que la entiendo así:
n
No hay percepción de lo que siempre está.
n
Lo más primitivo es la percepción de una incompletud.
n
Luego viene la percepción del objeto que falta y del
que gratifica.
n
Por lo tanto, lo que existe, para la percepción del
sujeto, es aquello que la experiencia le ha mostrado que puede faltarle.
Es
así que, las ausencias organizan al yo, en función de experiencias frustrantes
y gratificantes. En cambio, las relaciones estables o inmovilizadas (las
no-ausencias) son las que organizan y mantienen el no-yo y forman la base para
estructurar el yo. La simbiosis con la madre (la inmovilización del no-yo)
permite al niño el desarrollo de su yo; el encuadre tiene la misma función:
sirve de sostén, de marco, pero sólo lo alcanzamos a ver cuando se rompe o
cambia. El no-yo no se percibe, pero no quiere decir que no exista
psicológicamente para la organización de la personalidad. El conocimiento de
algo, sólo se da en ausencia de ese algo, hasta que se organiza como objeto
interno. Pero lo que no percibimos también existe. Y ese mundo fantasma existe
depositado en el encuadre aunque éste no se haya roto, o precisamente por ello.
Generalmente
nos movemos en la ciencia, en el lenguaje, en la lógica, etc. en un contexto de
supuestos que ignoramos y damos por inexistentes o invariables [2]. Sin embargo, existe una
metacomunicación, una metaciencia, una metalógica, etc. Si esta marco varía,
como consecuencia variará el contenido de manera radical. De esta manera, el
encuadre, siendo constante, es decisivo de los fenómenos del proceso de la
conducta. Es decir, el encuadre es una metaconducta, de la que dependen los
fenómenos que vamos a definir como conductas. Es lo implícito, pero de lo cual
depende lo explícito [3]. La relación analítica es
simbiótica, pero en los casos en que se cumple con el encuadre, es el encuadre
mismo el depositario de la simbiosis, no el proceso analítico mismo.
[1] Surge una nada forzada analogía. Cuando estamos hablando en un
lenguaje cualquiera, para que la comunicación sea fluida deben mantenerse
claras las reglas del metalenguaje. Si en algún momento aparecen señales de
metalenguaje (como pueden ser señales corporales que desmienten las palabras),
ya lo que decimos digitalmente pasa a ser el problema; el lenguaje ya no es el
vehículo natural, el medio para comunicar cosas, sino el objeto de nuestro
estudio. Podríamos encontrar ejemplos en otros metaniveles (JCP)
[2] Es lo que ahora llamamos “naturalización”, cuando las cosas nos
parecen naturales que sucedan de tal manera
[3] Creo que un ejemplo puede ser muy clarificador. Una persona entra
a un aula, saluda y comienza a dar una clase o coordinar un grupo. Lo hace con
bastante seriedad y con cierta actitud o expresión corporal. La misma persona
es otra en un templo. en un baile, sobre todo si es de disfraces, es decir que
en todo caso el cambio del encuadre condiciones diferentes conductas que sólo
pueden explicarse en función de la metaconducta o encuadre. (JCP).
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