viernes, 6 de junio de 2014

Bleger: PSICOANÁLISIS DEL ENCUADRE PSICOANALÍTICO

PSICOANALISIS DEL ENCUADRE PSICOANALITICO

Bleger, J (1979): Psicoanálisis del encuadre psicoanalítico, en “Simbiosis y Ambigüedad” cap VI, pp 237-249 Resumen parical por JCP           

El autor llama “situación psicoanalítica a la totalidad de los fenómenos incluidos en la relación terapéutica entre el analista y el paciente, abarcando un proceso - que es el que estudiamos e interpretamos - y un encuadre o “no-proceso” que son las constantes en cuyo marco se da el proceso.

La situación analítica puede ser estudiada metodológicamente, siendo el encuadre las constantes del método o técnica, y el proceso al conjunto de variables. Un proceso sólo puede ser investigado cuando se mantienen las mismas constantes (encuadre). Dentro del encuadre incluimos el rol del analista, el conjunto de factores espacio temporales, y parte de la técnica, en la que se incluye el establecimiento y mantenimiento de horarios, honorarios, interrupciones regladas, etc. El encuadre corresponde más a la estrategias que a la técnica. Una parte del encuadre comprende el contrato analítico, que es el convenio en que existen dos elementos formales de intercambio recíproco: tiempo y dinero.
            Existe un mantenimiento idealmente normal que, aunque no exista en la realidad, tiene gran valor teórico. A veces en forma esporádica, otras permanente, ese encuadre se convierte en el mismo proceso, de fondo Gestáltico en figura: son las “faltas” al encuadre, las rupturas[1]. Sin embargo, cuando eso ocurre, el analista tiende a restablecerlo. Cuando el encuadre no es problema decimos que es el “ideal” o el fondo en sentido gestáltico. El autor se propone estudiar el encuadre cuando no es un problema, y lo hace para mostrar que es un problema.

y Una relación que se mantiene durante años con ciertas normas y actitudes, no es otra cosas que la definición misma de institución. El encuadre es una institución (I) dentro de cuyo marco suceden fenómenos que llamamos comportamientos.
Las I son
parte de la personalidad del K
núcleo de la identidad
límites del esquema corporal
            Me resulta evidente que cada I es una parte importante de la personalidad del individuo. Tan importante que siempre la identidad, total o parcialmente, es grupal o institucional, en el sentido de que siempre, por lo menos una parte de la identidad se configura con la pertenencia a un grupo, una I, una ideología, etc. Fenichel escribió “Las estructuras individuales creadas por las instituciones ayudan a conservar esas mismas instituciones”. Pero además de esta interacción individuos-instituciones, las I funcionan siempre (en grado variable) como los límites del esquema corporal y el núcleo fundamental de la identidad.
            El encuadre que se mantiene como tal parece inexistente o no entra en cuenta, como las I de las cuales sólo se toma conciencia cuando se obstruyen o faltan. El significado del encuadre cuando se mantiene es como el problema de la simbiosis, que es “muda” y sólo se manifiesta cuando se rompe o amenaza romperse. Es lo que ocurrió con el esquema corporal, cuya existencia se mostró por algunas patologías. Así como se habla del miembro fantasma, las I y el encuadre se convierten en un mundo fantasma: el de la organización más primitiva e indiferenciada. Lo que siempre está no se percibe sino cuando falta; podríamos aplicar al encuadre lo que Wallon llamó “ultracosas”, es decir todo aquello que en la experiencia aparece como vago, indeterminado, sin concepción o conocimiento de ello.
            Las relaciones con los objetos organizan al yo y al no-yo. Pero no sólo las relaciones estables con los objetos o instituciones, sino las frustraciones y gratificaciones ulteriores con los mismos. Bleger postula como una secuencia, que la entiendo así:
n    No hay percepción de lo que siempre está.
n    Lo más primitivo es la percepción de una incompletud.
n    Luego viene la percepción del objeto que falta y del que gratifica.
n    Por lo tanto, lo que existe, para la percepción del sujeto, es aquello que la experiencia le ha mostrado que puede faltarle.

            Es así que, las ausencias organizan al yo, en función de experiencias frustrantes y gratificantes. En cambio, las relaciones estables o inmovilizadas (las no-ausencias) son las que organizan y mantienen el no-yo y forman la base para estructurar el yo. La simbiosis con la madre (la inmovilización del no-yo) permite al niño el desarrollo de su yo; el encuadre tiene la misma función: sirve de sostén, de marco, pero sólo lo alcanzamos a ver cuando se rompe o cambia. El no-yo no se percibe, pero no quiere decir que no exista psicológicamente para la organización de la personalidad. El conocimiento de algo, sólo se da en ausencia de ese algo, hasta que se organiza como objeto interno. Pero lo que no percibimos también existe. Y ese mundo fantasma existe depositado en el encuadre aunque éste no se haya roto, o precisamente por ello.

            Generalmente nos movemos en la ciencia, en el lenguaje, en la lógica, etc. en un contexto de supuestos que ignoramos y damos por inexistentes o invariables [2]. Sin embargo, existe una metacomunicación, una metaciencia, una metalógica, etc. Si esta marco varía, como consecuencia variará el contenido de manera radical. De esta manera, el encuadre, siendo constante, es decisivo de los fenómenos del proceso de la conducta. Es decir, el encuadre es una metaconducta, de la que dependen los fenómenos que vamos a definir como conductas. Es lo implícito, pero de lo cual depende lo explícito [3]. La relación analítica es simbiótica, pero en los casos en que se cumple con el encuadre, es el encuadre mismo el depositario de la simbiosis, no el proceso analítico mismo.



[1] Surge una nada forzada analogía. Cuando estamos hablando en un lenguaje cualquiera, para que la comunicación sea fluida deben mantenerse claras las reglas del metalenguaje. Si en algún momento aparecen señales de metalenguaje (como pueden ser señales corporales que desmienten las palabras), ya lo que decimos digitalmente pasa a ser el problema; el lenguaje ya no es el vehículo natural, el medio para comunicar cosas, sino el objeto de nuestro estudio. Podríamos encontrar ejemplos en otros metaniveles (JCP)
[2] Es lo que ahora llamamos “naturalización”, cuando las cosas nos parecen naturales que sucedan de tal manera
[3] Creo que un ejemplo puede ser muy clarificador. Una persona entra a un aula, saluda y comienza a dar una clase o coordinar un grupo. Lo hace con bastante seriedad y con cierta actitud o expresión corporal. La misma persona es otra en un templo. en un baile, sobre todo si es de disfraces, es decir que en todo caso el cambio del encuadre condiciones diferentes conductas que sólo pueden explicarse en función de la metaconducta o encuadre. (JCP).

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